
Hoy amanecí con la sensación de que mi vida está tan enredada que no se cómo empezar a desatar todo lo que he ido atando a lo largo de mi caminar por este mundo y, no es que sea vieja, tengo 37, pero no se en qué momento se pudieron embrollar tanto mis relaciones -¡Si he seguido a mi corazón!- y, por lo que he escuchado, eso “hay que hacer para ser feliz”.
No es así en mi caso, mi existencia es como un nudo ciego, aquél que, es el más difícil de desamarrar -¡Qué horror me da la palabra «desamarrar»!- Y si la uso es porque me siento encadenada o, eso me diría un psicoanalista aunque realmente nunca he estado en análisis pero he escuchado que le dan gran importancia a “la palabra”.
Estoy liada a una vida que no es la que quiero y, si es cierto que la existencia está vinculada al tiempo y al cambio para finalmente poder descansar serenamente, al paso que voy, nunca voy a descansar y menos serenamente.
Creo que todo comenzó en mi infancia. Mis padres depositaron grandes expectativas sobre mi persona, no se si porque veían en mi grandes cualidades o porque yo era algo así como una posibilidad de ser todo lo que ellos no pudieron ni podrían ser nunca. Desde el nombre que me pusieron hasta las escuelas a las que asistí estaban entrelazados para que yo fuera una mujer triunfadora. Me llamo Victoria, nunca he sabido si por casualidad o hay algo de burla del destino en el nombre que llevo.
Victoria, en la mitología romana, era la diosa que personificaba el triunfo, incluso se le representaba alada ¿será que volaba? Y para colmo hasta corona de laureles tenía. Y yo ni alas, ni laureles, ni triunfos.
Fui una alumna promedio a pesar de que mis padres gastaban casi todos sus ingresos en mi educación. Probablemente soy mal agradecida porque no aproveché ni la mitad de lo que podría haberlo hecho, la verdad a mi eso de los estudios no me importaba, tampoco me interesa mucho al día de hoy. A mi lo que me mueve es vivir una vida feliz, empero, – me pregunto- ¿cómo es que quiero ser feliz, pero, estoy trincada a la vida que vivo hoy? Existo en el reverso de la moneda de lo que deseo.
Para no hacer el cuento largo, pasados mis primeros años crecí como todas mis amigas, esperando esa felicidad tan anhelada , pero, ¿quién iba a venir a completarme y llenarme de esa ambicionada dicha?
Cuando conocí a Emilio creí que tenía justo frente a mi a ese ser encargado de hacer mi existencia “irrealmente fascinante”. Así lo fue, al principio. Me enamoré ciegamente – bueno así es siempre, no es novedad-. La percepción se altera en ese estado y así justifico el no haberme dado cuenta de que Emilio nunca, aunque quisiera, podría llenar el vacío que yo sentía dentro de mi. Pasé seis años a su lado, en espera, siempre en espera de que esa relación pudiera ser lo que hiciera desaparecer mi desazón, como por arte de magia. No sucedió así. Terminamos tras infinidad de pleitos, gritos y reclamaciones.
Mientras tanto, encontré un buen trabajo en una empresa grande aunque la verdad para mi era un suplicio, odio los horarios, no me gusta recibir órdenes de mis jefes. Solo a mis novios les doy ese poder para agradarlos. Me pagaban muy bien y eso, desde mi punto de vista, dificultaba la situación aun más ya que me facilitaba la vida puesto que, necesitaba el dinero para subsistir. Mis padres no eran ricos y los tenía que ayudar. ¡Pero! este trabajo iba contra lo que yo deseaba: ser feliz y la gente feliz ¡no tiene horarios! Aunque esté bien pagada.
Ahí conocí a Mariano, era mi jefe. Desde que lo vi me sentí atraída por esa aura de poder y seguridad que lo rodeaba. Como Emilio ya no estaba en mi vida era el momento de aventurarme y vivir experiencias nuevas, yo era libre, podía ir tras cualquier cosa que se me antojara y, digo la palabra antojo porque eso fue Mariano al principio. Puro capricho.
Además tenía la ventaja de que yo solo recibía órdenes de buena gana de mis jefes o de mis novios y así pues listo, todo en uno.
El asunto de si él era “libre” o no para mi no representaba un problema, mientras fuera algo placentero era suficiente, al inicio. Nunca creí que a mi me llegaría también el momento que les llega a muchas mujeres, el instante de: esto ya no es suficiente, ahora deseo algo más serio y él no se compromete ¡pobre de mí!
A esas alturas yo ya quería lo que “todas”: un esposo, niños, una casa, una camioneta, un perro y un jardín o, al menos eso creía en ese momento.
Hoy no se en que parte del nudo encaja esta historia pero si se que salí muy lastimada de esa relación, su esposa se enteró y me quedé sin Mariano, sin trabajo y con un hueco dentro de mí que, por más que trato de llenarlo, sigue ahí. No me gusta eso de que los seres humanos somos seres incompletos.
¿De donde saqué la idea de que mi completud solo existirá si un hombre me la da? No lo sé. La completud, es inexistente, es una fantasía. Dicen que no subsiste y que si la gente estuviera completa no habría para qué vivir, ese estado solo prevalece por momentos.
Siempre hay algo que no podremos saber del otro y eso para mi es insostenible emocionalmente, no puedo sentirme tranquila si no se que esa persona me “ama hasta el cielo todo el tiempo” y esa certeza no la tendré nunca, por esa razón estoy hoy atada, anudada y liada a una vida que no quiero tener.
Después de Bernardo tardé como dos meses en volverme a enamorar, con eso de que estaba ocupada buscando trabajo no tenía tiempo para tontear. A Nicolás lo conocí en un bar, en el instante que lo tuve frente a mi pensé en lo afortunada que era de que un hombre tan guapo estuviera tratando de ligarme.
Sentí una fuerza que me empujaba a no dejarlo ir –yo tenía que unirme a un hombre como ese- y, así lo hice. Hoy estoy al lado de una persona elegida por mi, sin conciencia está claro, y metida en una serie de situaciones que no “esperaba” vivir.
Nicolás es como un macho alfa moderno: dominante, seductor, poderoso, luchador, se dedica tiempo, crea su propia realidad, es interesante, se rodea de personas divertidas y es muy pero muy egoísta, obviamente, desde mi punto de vista. Y para colmo, irradia felicidad y yo no paso un solo día sin pensar que no quiero esta vida.
Si Dios creó a todos los seres del mundo con una perfección particular ¿Porqué a mi no? ¿Por qué sigo vacía? Y si Nicolás no piensa llenarme nunca, en dónde carambas voy a encontrar algo que le de sentido a mi existencia. Ni siquiera puedo echarle la culpa al destino, yo misma decidí pasar mis días y mis noches a lado de este Adonis que además ¡la pasa tan bien! y, eso me causa más enojo y frustración.
Tal vez el nudo empezó a formarse en mi creencia equivocada de que éxito y felicidad son lo mismo, no lo son. Puedo decir que soy exitosa en tanto que obtuve lo que deseaba: a Nicolás, la boda y la casa. ¿Y la felicidad? ¡Esa va a estar más difícil! Yo no valoro lo que si tengo, solo veo el hueco, el agujero… y esta no es una visión optimista.
He pasado mi vida diciendo: Seré feliz cuando… y ese “cuando” no es predecible y además ¡no ha llegado! solo ha sido el paliativo para no darme cuenta de que he sobrevalorado la ignorancia. Sí, el no saber de mi, de mi vida interna, dándole un peso y un valor enorme a los otros y a las circunstancias como si de ello dependiera toda mi existencia. No es así. Obviamente necesito a los demás pero no se de qué manera, no entiendo como soy realmente. No me conozco a mi misma…
Hoy, con un nudo ciego entre mis manos, puedo advertir que todos mis problemas y relaciones conflictivas son hijas del desconocimiento, de la gran mentira de que las personas y las cosas existen en un estado de permanencia que en realidad no tienen y, por añadidura son las responsables de mi estado de ánimo. Esta es una visión equivocada, una percepción errónea que, solo me ha llevado a tejer nudos y telarañas en mi cabeza y afuera de ella. ¿CÓMO PUEDO DEBILITAR LA FUERZA DEL NUDO QUE YO MISMA AMARRÉ?
¿TÚ QUÉ CREES QUE VICTORIA NECESITA PARA SENTIR EL BIENESTAR Y LA FELICIDAD EN SU VIDA?
- Yo creo que ella sí reconoce que ese nudo ella misma lo ató y también ve que su atención está centrada en poner la mirada solamente en lo que no funciona o lo que falta. Está muy atenta del saldo de su “cuenta de infelicidad” y es ciega ante las cosas que sí hay.
- Si te centras en lo que va bien podrás sentirte agradecida y ahí está el secreto de la gratitud que nos conecta con el bienestar.
- Victoria empieza a ver su responsabilidad en la situación de su vida actual, para mí, ese es un gran progreso. Nunca es tarde para darnos cuenta de que nos toca a nosotras descubrir qué hacemos aquí y cómo contribuimos para que nuestra vida esté como está.
Deja una respuesta