Siempre y cuando todo se encuentre tal y como yo quiero, soy totalmente flexible.
Siempre he pensado que en francés se oye todo más bonito, tal vez por eso no me llamo a mi misma Señora Control, “La Seño Control” o, simplemente Controladora. Además a los mexicanos nos gustan las palabras en otros idiomas, es como si nos sintiéramos primermundistas cuando las usamos.
La realidad es que en chino o en español soy esa persona que has visto en las películas que lleva listas para todo, horarios, tiene tantos objetivos como cajones en perfecto orden, su casa es perfecta, sus hijos impecables, cada cosa tiene su lugar, sus perros van a la peluquería los viernes sin falta, su coche brilla, sus comidas son “fuera de serie”, es la esposa ideal y se ve “correcta” hasta en medio de una tragedia griega o un desastre natural.
Yo controlo las situaciones, a los demás y a mi misma o, más bien es lo que me gusta “creer”. Es verdad, gracias a eso he logrado muchas cosas, sin embargo, esta ilusión se ha derrumbado infinidad de veces ante las desgracias de la vida que ¡no puedo controlar!
Me cuesta mucho y por mucho entiendo MUCHO trabajo distinguir lo que puedo controlar y lo que no puedo. Lo evitable de lo inevitable. La paradoja es que yo no soy la que controla las cosas, el control controla mi vida. Yo solita me fui a meter en esta esclavitud…
Todos tenemos temores respecto a algunos aspectos de nuestra vida. Yo tengo muchos más y ahí es donde surge Doña Controles porque no puedo entender y gestionar el miedo con facilidad, por eso “administro” mis miedos controlando obsesivamente todo y a todos los que me rodean. No es un control razonable y útil para la sobrevivencia, es más bien la contracara de la confianza y la seguridad en la vida.
Si lo razono, se que no vale la pena vivir así, ni siquiera se con certeza qué va a suceder hoy y me es imposible anticipar lo que podría ocurrir mañana por más que lo imagine. Tanta vigilancia no prepara de ninguna manera el camino para resolver eso que pasará.
Mi necesidad es más fuerte que mi razón y de pronto ¡ahí voy de nuevo! a planear todo lo planificable, a anticipar todo lo “predecible”, a atar toda situación que pudiera escaparse de mis manos y a obsesionarme con los detalles más sutiles de cada día.
De verdad que estoy chiflada porque la incertidumbre es un ingrediente que no se puede sacar de la existencia ¿quién vive en la certeza absoluta? Nadie, absolutamente nadie y no por esa razón todas las personas se convierten en unos control freaks, como yo. Además, supongamos que pudiera controlar mi vida, para controlar la de los demás pues ni cómo hacerle y, en relación a las circunstancias no hay manera humana conocida hasta hoy que pudiera mantenerlas estables. La batalla está perdida desde el principio.
Ni como engañarme, tengo arraigada la creencia de que mis obligaciones y responsabilidades son solo mías y esa convicción la he ido aderezando con otra de más altos estándares – si no lo hago yo, quien lo va a hacer y, bien hecho, obviamente como solamente yo lo se hacer- Y así las cosas, siendo sincera, ya voy sintiendo como la presión del día a día está a punto de enfermarme.
Si fue primero el miedo o si nació primero el control no lo sé, lo que si creo es que estos dos son como unos gemelos que no han logrado separarse de manera sana, al menos en mi experiencia. Y si agrego un temor más: “el miedo a perder el control”, resulta que estos compañeros inseparables ¡son trillizos!
Suponiendo que, el miedo no es más que un sabio mensajero de que hay algo de lo que debo cuidarme, entonces he sido ciega ante esos mensajes reales y le he dado al control un poder falsificado para manejar mi vida en el intento de mantener mi imagen externa, en un afán ilusorio que, solo me ha llevado a perder de vista que aunque lograra ser perfecta, lo cual no es posible, jamás podré evitar que la gente se vaya o no me quiera. Cuando te abandonan, te abandonan y punto. -Hayas sido un desastre o la mujer ideal -.
He pasado años tratando de que no se me caiga la máscara ¡que tal que debajo de ella solo está mi cara! Ese rostro que, dicho sea de paso, es como el de casi todas, es decir que, podría no gustarle a los demás ¿Eso los orillaría a que me rechacen y me abandonen? ¡No es verdad! Es un pretexto para no asumir mi deseo de mostrarme tal y como soy, sin complejos y enseñar a todos, incluso a mi misma, quién soy bajo la realidad de las circunstancias que me ha tocado vivir sin ese rol de “Madame Control” que ahora que lo pienso, ni en francés suena bien.
A nadie le sienta exigirse demasiado, contener tanta presión, preocuparse tanto por las cosas, planificar sin parar, exigir a los demás, manipularlos y además aparecer perfecto hasta en las dificultades más grandes y tristes de la vida.
Se que tengo la opción de elegir y esa elección implica renunciar a algo, soltar un lastre, no es sencillo, el control me ha acompañado en los momentos fáciles y en los difíciles. Aun así, por conocido y buen compañero que haya sido, ya no lo quiero de amigo entrañable y solamente si lo voy sacando de mi vida poco a poco podré caminar por la avenida de la confianza, soltar el miedo y descontrolarme.
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